jueves, 24 de julio de 2008

¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?

En realidad la discusión sobre el primerazgo del par huevo-gallina es totalmente banal ya que supondría al menos Cuatro hipótesis sin las cuales la pregunta solo sería banal e impertinente.

1) La posibilidad de generar una lista con un orden basado en la anterioridad, posterioridad y simultaneidad temporal de los dos objetos en cuestión (caso particular) o de cualquier cosa del mundo sensible o intelectual (caso general). Esto conllevaría al menos tres cuestiones de difícil aceptación:

1.1) Que los números tienen efectivamente existenca ontológica, es decir, que existen en el mundo real (sea este lo que sea sí es que es) por si solos, que no son una abstracción (si es que las abstracciones son posibles) creada por la mente humana.

1.2) El carácter lineal del tiempo, solo con un tiempo lineal se puede determinas la anterioridad o posterioridad de los sucesos o fenómenos. Esto implicaría por lo menos dos críticas:

1.2.1) Que el tiempo va hacia delante (lo que nosotros consideramos adelante) y no que primero morimos para después nacer pues en este caso aventurar una opinión sobre que fue primero de los dos asuntos en cuestión sería hacer futurología.

1.2.2) El carácter lineal del tiempo fue negado por algunos sofistas griegos, algunos gnósticos antiguos, algunos teólogos medievales, Nietzche y todos sus seguidores

1.3) La propia existencia del tiempo, existencia del tiempo que fue negada por Jorge Luis Borges con máximo rigor lógico[1].

2) La existencia del huevo como cosa-en-sí (Kant). La aceptación de esta premisa implicaría también el siguiente enunciado:

2.1) Existen las cosas-en-sí.

3) La existencia de la gallina como cosa-en-sí (Kant). La aceptación de esta premisa implicaría también el siguiente enunciado:

3.1) Existen las cosas-en-sí.

4) La existencia de algún tipo de relación entre el huevo (guebo según ciertos autores) y la gallina (chicken según el que hizo los subtítulos de Aparte lo cual sería un argumento para aquellos que dicen que el pollo -según romano el chicken- Olivera es gallina), sea esta relación de causalidad, de bicondicionalidad, de oposición o de cualquier otra. Critico esta hipótesis por simplista, positivista y arbitraria ya que no existe una sola prueba realmente irrefutable que demuestre esta relación, en todo caso podríamos aceptar una explicación por la contigüidad espacio temporal de uno y otro de los elementos del par, pero esta justificación tendría al menos dos críticas:

2.1) Significaría aceptar los enunciados de una persona proveniente del campo o zona semirural o peor aún, de un citadino que estuvo dos semanas en la chacra del tío (esta crítica podría ser refutable por el carácter contingente de la afirmación de la que parte).

2.2) Sería una relación indexical o de mera contigüidad, lo cual transformaría a este argumento en un sofisma (falacia) ya que tomaríamos como argumento un recurso retórico (en este caso una metonimia), sería más o menos como decir que entre un libro de Juceca que me compré la semana pasada en la feria de Tristán Narvaja y el edificio de la facultad de psicología (sicología según algunos, loquería según otros, una cosa ahí según los más) existe una relación forzosa (Este es una argumento digno de Platón).

A ver si de ahora en más nos dejamos de hacer preguntas estúpidas.



[1] Borges, Jorge Luis; “Nueva refutación del tiempo” en Otras Inquisiciones; Emecé; Buenos Aires; 1968.

viernes, 18 de julio de 2008

Los dados de Dios

Hace ya unos cuantos años, Albert Einstein (que algo debería saber) esgrimió una frase para defender a su teoría de la relatividad (de corte claramente determinista) de los ataques de algunos físicos contemporáneos adheridos a la teoría cuántica de Max Planck (claramente indeterminista), la frase que esgrimió fue; “Dios no juega a los dados con el universo.” Esta frase es recordada aún hoy pero las replicas no han corrido con la misma suerte siendo tal vez más virtuosas y verosímiles (gracias Popper). Niels Bohr (que también debería saber algo) contestó: “Einstein, deje de decirle a Dios lo que tiene que hacer con sus dados.” Esta controversia entre deterministas e indeterministas no es para nada menor sino que es tal vez la discusión más importante del siglo que pasó no solo en términos de ciencias físicas sino también en términos de filosofía. Veamos de qué se trata.

Durante miles de años, las sociedades humanas consideraban que el universo estaba librado al antojo de los dioses o supeditado al inviolable destino. Este pensamiento fue norma incluso durante los pocos periodos de espíritu científico o tecnológico que hubo entre la antigüedad y la edad media. Pero la modernidad no solo trajo burgueses protestantes o agnósticos imponiendo sistemas liberales sino también burgueses racionalistas imponiendo el positivismo. El positivismo era una doctrina (supuestamente racional) que impuso la idea del progreso científico como una forma de acercarse cada vez más a la verdad científica, tanto que Pierre Simon Laplace hizo una de las compadreadas más grandes de la historia de la ciencia cuando dijo que si en un instante determinado conociéramos las posiciones y velocidades de todas las partículas en el Universo, podríamos calcular su comportamiento en cualquier otro momento del pasado o del futuro
La compadreada de Laplace era verosímil pues en su tiempo ni las teorías físico-químicas ni los elementos de medición eran tan avanzados como para ver que había procesos que no cumplían con las herramientas de la época y de hecho fue no solo aceptada sino considerada como gran verdad.

No fue sino hasta el principio del siglo XX con la teoría cuántica que esta compadreada empezó a aparecer como tal. Fue entonces que las dos teorías más importantes de la física de la época (cuántica y relatividad) entraron en conflicto por la cuestión de la determinación, discusión que llevó casi todo el siglo y que encontró su punto más interesante justo cuando el problema del relativismo en el pensamiento llegó a las ciencias sociales.

En 1927, poco después de las primeras discusiones, el alemán Werner Heisenberg postuló su principio de incertidumbre según el cual toda medición de las magnitudes de una fracción del universo altera a esta fracción del universo haciendo que la medición sea errónea en sí misma (sin importar las herramientas utilizadas) lo que haría anularía la infalibilidad de la ciencia.
En 1930, el lógico matemático Kart Gödel formuló sus dos teoremas de la incompletitud que básicamente enuncian que en todo sistema matemático consistente[1] lo suficientemente fuerte para definir los números naturales se puede construir una afirmación tal que no se la pueda demostrar ni refutar (primer teorema) y que ningún sistema consistente pude demostrarse a sí mismo (segundo teorema). Estos dos teoremas minaron no solo las pretensiones de la matemática de erigirse como una forma de pensamiento autolegítimada y matriz disciplinaria[2] de las demás ciencias formales sino que sobre todo derrumbaron el modo de pensar analítico (clave del pensamiento racional).
Bastante tiempo después de las controversias primigenias y de los teoremas de Gödel, la física finalmente encontró una teoría que se aproximaba a una teoría general (la teoría de la relatividad y la teoría cuántica trabajaban sobre áreas diferentes), la teoría de cuerdas propuesta inicialmente por Jöel Scherk y John Schwuarz en 1974 modificada en 1984 por la teoría de supercuerdas y luego por la actual teoría-M de Edgard Witten (de 1995). La teoría de cuerdas no solo unifica las cuatro fuerzas fundamentales de la física (fuerza fuerte, fuerza débil, electromagnetismo y gravitación) sino que destrona a las teorías de la relatividad particular y general y acepta la incertidumbre.

Esto es solo un acercamiento al tema pero prometo más y para terminar cito la respuesta que le hizo Stephen Hawking a la frase de Einstein con la que arrancamos: “Dios no sólo juega a los dados con el Universo; sino que a veces los arroja donde no podemos verlos.”


[1] Un sistema matemático (o grupo de axiomas) es consistente si a partir de sus axiomas no puede deducirse simultáneamente una proposición y su negación (p y –p)
[2] Esta es una de las definiciones de paradigma que hace Thomas Kuhn en Kuhn, Thomas; La estructura de las revoluciones científicos; Fondo de Cultura Económica; México D.F.; 2002.

El problema de la delimitación

¿Cómo definir una disciplina científica? ¿Cómo diferenciar una de otra?

Si bien la pregunta puede parecer de fácil respuesta, al indagar un poco más nos damos cuenta que no es tan así.
En las ciencias formales (lógica, matemática y hasta cierto punto la lingüística) responder esta pregunta es sencillo pues son las propias ciencias las que se definen a sí mismas y a su objeto de estudio y no solamente ubicando y objetivando algo que se encuentra fuera de la ciencia en sí sino que definiéndolo en el sentido ontológico, es decir, estas ciencias se enuncian a sí mismas, luego enuncian sus premisas y es allí que estas premisas empiezan a existir. Es sobre las otras ciencias, las denominadas fácticas que tratará este trabajo.

Tal vez, la primera respuesta a nuestras preguntas que recibamos sea relativa al objeto de estudio, es decir, que una ciencia se define por aquello que estudia.
Pero esto no es tan sencillo como parece, muchas veces resulta difícil o imposible diferenciar cuando un fenómeno es objeto de estudio de una disciplina o de otra. Una estatuilla de madera pueda ser objeto de estudio de la física, la química, la botánica, pero esto no significa que esa estatuilla de madera sea el mismo objeto en todos los casos pues es objeto de estudio de la física en tanto que conjunto de partículas que debe obediencia a ciertas leyes, de la química en tanto que está compuesto por átomos y moléculas que se relacionan entre sí de determinada manera y de la botánica en tanto que materia orgánica vegetal.
Hasta aquí podríamos utilizar el criterio de delimitación por el objeto de estudio, pero el asunto se complica cuando vemos la misma estatuilla de madera desde la perspectiva de lo que se ha convenido en llamar ciencias sociales o humanas pues puede ser también estudiada por la antropología y la sociología y aquí reside el problema del título pues es muy difícil diferenciar las perspectivas que estas disciplinas toman. Mientras que el antropólogo podría decir que al ver la estatua ve un objeto producto de la acción cultural el sociólogo la ve como producto de la interacción de los discursos sociales. Pero ¿de que manera diferenciamos la acción cultural de la interacción de los discursos sociales? La pregunta queda abierta.
Pero, si con una simple estatua de madera se nos complica imaginemos lo que sucedería con un asunto más complejo como son la emigración, la interacción entre los diferentes grupos sociales (clases, etnias, etc.) y las manifestaciones artísticas. Tal vez nos encontremos con muchas menos disciplinas que las que creemos tener hoy día e incluso con una unificación de todas las ciencias sociales y humanas en una sola gran ciencia totalitaria.

Una solución factible al problema de la delimitación tal como lo tenemos aquí sería decir que lo que nos permitiría diferenciar a las diferentes disciplinas sociales y humanas no reside en el objeto de estudio en sí sino que reside en la forma en la que el científico lo estudia, no en la cosa vista sino en el ojo que la ve, ergo, la diferencia entre las disciplinas reside en la metodología.
Esta parece ser a primera vista una solución a nuestro problema pero nada es tan sencillo, dentro de las mismas disciplinas existen distintas visiones metodológicas (y con esto no me refiero a las visiones teóricas sino a los aspectos puramente metodológicos).
Tomemos como ejemplo la sociología, una ciencia bastante madura y socialmente aceptada. Los sociólogos de las nuevas generaciones tienen a la estadística como única metodología, el funcionalismo ve y estudia a la sociedad como una unidad completa, contrario a esto, el marxismo y gran cantidad de sus corrientes herederas ven que la sociedad funciona en base a relaciones dialécticas y Pierre Bourdieu, uno de los sociólogos más destacados de la segunda mitad del siglo pasado, presenta un modelo de estudio sociológico que más parece una versión apenas variada del método etnográfico (metodología claramente antropológica).
Así como una delimitación basada en el objeto de estudio resultaría en una suerte de reducción científica con la posibilidad de gran teoría del todo[1] inabarcable e inconsistente (en la acepción matemática del término), una delimitación basada en la metodología nos arrojaría un sinnúmero de disciplinas científicas que interactuarían de forma anárquica (el sueno de Feyerabend) y se haría casi imposible una comprensión al menos aproximada al campo científico.

Pero este panorama que nos arroja un campo científico o bien hipercomplejo o bien hipocomplejo o como tercera opción de imposible delimitación no debe ser ni un impedimento para el desarrollo científico sino un punto de partida para estudiar tanto el campo de conocimiento científico desde la perspectiva de las propias ciencias como de el plano científico en sí mismo desde una epistemología general.


[1] el término pertenece a la física más compleja.

Breve historia de la retórica (primera versión)

En tiempos inmemoriales (apenas antes del primer hombre), los distintos animales vagaban por la tierra, entre los animales, uno de ellos se destacaba por poseer una característica que lo hacía diferente al resto, no solo tenía la capacidad de caminar (al menos parcialmente) solo sobre sus extremidades inferiores sino que en las extremidades superiores poseían un dedo oponible que les permitía realizar operaciones de agarre que otros animales no podían[1].
Pero en esos tiempos el alimento era escaso y los distintos grupos de esta especie prehumana se disputaban las zonas de con mayor acceso al alimento, un día, durante una de estas luchas que, un miembro de uno de los grupos tomó (gracias a su pulgar oponible) un fémur que estaba tirado en el piso y con el golpeó fuertemente a un miembro de el otro grupo y vio que este cayó dolorido tras haber sufrido una fractura de cráneo. Poco después el mismo grupo se encontró con otro grupo en conflicto y nuestro homínido repitió la operación anterior golpeando a un segundo rival con un hueso que había en el piso, al ver que la reacción de este era igual a la del primer enemigo, este protohombre realizó la primer operación voluntaria de generación de sentido y a partir de una muestra o caso particular (token) genero una generalidad o regla (type)[2] generando a partir de un hueso que rompe un cráneo el concepto de "hueso que sirve para romper cráneo", el primer concepto de la historia de las ideas.
Poco tiempo después, mientras el primer grupo de humanos (del cual nuestro protohombre ya se había erigido como líder) andaba por un bosque y se encuentran con un grupo de prehumanos (ellos ya no lo eran) que los atacan, pero el protohombre no tiene su hueso y por un momento siente pánico, entonces ve un tronco tirado, lo toma y lo utiliza para romper el cráneo de uno de los rivales generando así la primera metáfora.
El mundo prehistórico es un mundo salvaje y difícil por lo que obliga a sus habitantes a luchar constantemente por la tierra y el alimento por lo que no extraña que el grupo de hombres se tenga que enfrentar nuevamente a sus casi semejantes, pero estos prehombres son más hábiles que los rivales anteriores y se hace muy difícil golpearlos en la cabeza, el protohombre se da cuenta de que si no encuentra una solución rápidamente puede ser vencido y con su hueso en la mano observa al rival hasta que lo golpea en la pierna quebrándole la tibia y el peroné y convirtiéndose en un blanco fácil generando así la primera metonimia.

[1] Si bien esta característica se la asocia al homo habilis, su origen es anterior y se remonta a los tiempos del homo erectus. Otros animales también tienen pulgar oponible (o prensible) como el orangután, el panda y el koala pero en estos casos surgió después del pulgar del homo erectus.
[2] Los términos token y type fueron propuestos por Umberto Eco en Eco, Umberto; Tratado de semiótica general; Lumen; Barcelona: 1977.

Mc Luhan, Warhol, Portman

A propósito de Jean-Luc Godard

La presente nota no pretende ser una crítica definitiva (tal vez ni siquiera sea una crítica a secas) y menos aún un análisis exhaustivo del primer período de la obra de uno de los directores más complejos de la segunda mitad del siglo XX sino solo un acercamiento a ella desde ciertas disciplinas humanas. Un acercamiento sesgado (como su obra) y parcializada (como su visión) un poco a su obra y un poco a su mensaje pero también un intento de llegar más allá (si es que la posmodernidad nos permite llagar más allá de algo), más allá de su cine para indagar en el creador y su entorno.

¿El medio es el mensaje?
¿Qué resaltamos de la obra de Ingmar Bergman? ¿Qué se destaca de la filmografía de John Ford? ¿Y de la de Orson Welles?
En el primero tal vez se hable de su visión de la deriva a la que se encuentra el hombre privado de certidumbres (Escenas de la vida conyugal[1], Noche de circo[2]) o el enfoque metafísico y pesimista del individuo (Persona[3], Detrás de un vidrio oscuro[4]). De Ford quizá se hablará de su visión de la formación de la idea de nacionalidad estadounidense y el resurgir (o tal vez solo fortalecimiento) del hombre burgués del que Odiseo y Teseo fueron modelo[5] como piedra fundamental del pragmatismo que formó al individuo estadounidense (La diligencia[6], Más corazón que odio[7]), pragmatismo que vemos criticado en el cine de la incertidumbres que hizo Welles (El ciudadano Kane[8], o la magnífica pero olvidada Fraude[9]).
En todos estos autores nos encontramos ante cinematografías virtuosas al servicio de mensajes definidos y plurales, ninguno de ellos fue único en decir lo que dijo, no solo en el cine sino en otras artes e incluso fuera de las artes, varios han dicho lo mismo (o algo parecido) tanto antes como después. El pesimismo propio de Bergman fue expresado por el existencialismo (tanto el más moralista de Jean-Paul Sastre como el existencialismo metafísico de Martin Heidegger), la formación de la nacionalidad estadounidense se encuentra ya en El nacimiento de una nación[10] de David Griffith, en casi todo el cine Western y en la literatura de Edgar Lawrence Doctorow y la incertidumbre existencial y sobre todo ontológica de Welles puede encontrarse en la literatura de Franz Kafka (de hecho, Welles hizo una versión fílmica de la novela de Kafka El Proceso[11]) e incluso de la epistemología de Thomas Kuhn.
Con estos tres autores (dos de los cuales estuvieron ligados al teatro), nos encontramos con personas que utilizaron el cine para dar su mensaje que era más o menos universal, pero con Jean-Luc Godard no nos sucede esto, el cine de Godard es justamente eso: cine. Godard nos pone frente a sus historias triviales (algunas veces) o inexistentes (otras) para bombardearnos con su esquizofrenia creativa que nada tiene que ver con lo que le sucede a sus personajes. En el cine de Godard es dejada de lado la linealidad comunicacional de la representación y se toma la circularidad de la expresión que significa la metáfora organicista de la comunicación[12].

La desintegración del signo
A principios del siglo pasado, Ferdinand de Saussure planteó las pautas de la lingüística estructuralista basada en la composición bipartita del signo en significado significante[13]. En las décadas del cincuenta y sesenta surgió una nueva gama de pensadores (sobre todo en Estados Unidos y Francia) que plantearon un cambio a esta forma de pensar y Susan Sontag, una de las autoras más importantes de este movimiento (el postestructuralismo) le dio el tiro de gracia a lo que el estructuralismo llamaba “cadena significante significado” cuando se opuso terminantemente a la interpretación[14].
Indudablemente hubo gran cantidad de autores que no hicieron caso de esta ruptura y siguieron (y siguen hasta hoy) confiando en la relación entre significado y significante pero dentro de los que se hicieron eco de esta disociación de la significación se dieron dos grandes líneas creativas. Por un lado, algunos creadores desconfiaron del significante por considerar que no tenía capacidad representativa y por lo tanto descreen de las palabras (pues consideraron que no dicen nada) y desarrollaron una cinematografía basada en los significados, el gran autor de esta corriente es Michelangelo Antonioni y su película paradigmática Blow up[15] y más recientemente podemos encontrarnos con esta misma creatividad en Hierro 3[16] de Kim Ki-duk. Por otro lado, algunos autores han basado su creación en el significante y no en el acontecimiento u objeto en sí mismo, en vez de mostrar han contado de segunda mano los acontecimientos claves para sus protagonistas o han desplazado a los objetos y puesto en su lugar imaginarios sustitutos, aquí es donde nos encontramos con Jean-Luc Godard y con Masculino Femenino[17] como la película clave de esta creatividad, en esta línea podemos seguir hasta la actualidad y toparnos con el dogma 95 en general y con las películas Dogville[18] y Manderay[19] del danés Lars von Trier.

Godard versus Godard
Al toparnos con Jean-Luc Godard nos encontramos con un cine sin géneros, o tal vez no sin géneros sino a caballo de todos los géneros. Si bien Godard era un intelectual egresado de la Sorbona (donde estudió etnología), su cine no tenía nada de intelectual (contrariamente a lo que sucedía con el cine de algunos de sus colegas de Nouvelle Vaugue) sino todo lo contrario, era un cine impregnado de referencias a la cultura popular pero no como un mundo distinto al que se vive en el día a día sino como la realidad, abundan las grandes estrellas del momento, tanto de Francia (Brigitte Bardot) como de Estados Unidos (Jack Palance) al lado de figuras intelectuales de tiempo atrás haciendo de sí mismos (Fritz Lang) como sucede en El desprecio[20], la aparición de Lang no es menor sino que repite el chiste de gente haciendo de sí misma al menos una vez más cuando en Masculino Femenino aparece Brigitte Bardot pareciéndose a sí misma[21]. Además, se resaltan algunos de los grandes iconos de la cultura pop capitalista estadounidense como las cabinas de fotos instantáneas, la pepsi y Atlantic city.
En este contexto, Godard crea obras donde se cruzan los géneros entre sí y con las propias ideas del director, así nos encontramos con casi musicales (Una mujer es una mujer) y casi policiales (Made in USA[22]), dos obras en las que Godard toma formatos de las películas más comerciales del momento (no solo de Holliwood) y las infecta con sus propias inquietudes haciendo más marcada la ausencia de profundidad hermenéutica de los formatos originales y de su propia obra. Pero así como nos encontramos con este Godard, nos encontramos con otro Godard, un Godard que creó obras como Sin aliento[23], Alphaville[24], y Dos o tres cosas que se de ella[25], películas con una profundidad de significación que las otras no tienen, Sin aliento como un drama realista e intimista sobre la moral relacionado con el existencialismo de Sartre, en Alphaville se ve por un lado el problema de la significación en crisis y por otro un drama sobre realidades y simulacros, elementos que también están presentes en Dos o tres cosas que se de ella que se posiciona como el último grito agónico de un París que está muriendo para darle paso a otro París totalmente distinto[26]

Un cine de la Posmodernidad
Todas estas características parecen decirnos que tal vez, Jean-Luc Godard sea un director posmoderno. La pérdida de profundidad hermenéutica (Masculino Femenino, la primera escena de Dos o tres cosas que se sobre ella), la presencia del simulacro (Alphaville) y el pastiche (Masculino Femenino, Made in USA, Una mujer es una mujer) son elementos clave de la posmodernidad que Fredric Jameson describe como la lógica cultural del capitalismo tardío[27].

El medio es el mensaje
En el primer punto de la presente nota vimos a Godard diciendo a partir de la tecnología que lo determina, pero ¿hasta que punto es Godard el que habla a través del cine y no el cine el que habla a través de Godard? Pues Sfez ve que además de las dos metáforas ya explicadas hay una tercera que es la de Frankenstein o el tautismo[28], según esta metáfora, el doctor Frankenstein creo a su máquina, pero esta máquina (simulacro) termina ocupando el lugar del hombre y el hombre solo existe por la máquina. En el cine del primer período de Godard (tal vez exceptuando Sin aliento, Alphaville y cierto pesimismo de Dos o tres cosas que se de ella), se pierden las nociones de la realidad, del sentido y de la identidad y el creador termina siendo sustituido por la creación, mejor dicho, se desvanece la diferencia entre el hombre y la máquina tal como sucede en la novela Blade runner[29] de Philip K. Dick (luego filmada por Ridley Scott[30]) o en el dibujo Mano que dibuja una mano que dibuja una mano que dibuja… de Maurits Escher.

[1] Scener ur ett äktenskap; Suecia; 1973.
[2] Gycklarnas Afton; Suecia; 1953.
[3] Manniskoätarna; Suecia; 1966.
[4] Saasom i en spegel; Suecia; 1961.
[5] Según Adorno, Theodor y Horkheimer, Max; Dialéctica del Iluminismo; Buenos Aires; Sur; 1969 y Deleuze, Pilles; “Misterio de Ariadna según Nietzche” en Crítica y Clínica; Anagrama; Barcelona; 1996.
[6] Stagecoach; Estados Unidos; 1939.
[7] The searchers; Estados Unidos; 1956.
[8] Citizen Kane; Estados Unidos; 1941.
[9] F for Fake; Alemania; 1973.
[10] The birth of a nation; Estados Unidos; 1915. No es menor recordar que John Ford era uno de los jinetes del KKK que acudían a rescatar a la joven rubia de las manos del malévolo negro en esta película.
[11] The trial; Francia, Italia, Alemania; 1962.
[12] Lucien Sfez en Sfez, Lucien; Crítica de la comunicación; Amorrutu; Buenos Aires; 1995 estudia la comunicación a partir de su relación con la tecnología que la intermedia y distingue entre tres metáforas (“y visiones del mundo”). La metáfora mecanicista basada en el modelo lineal tradicional de la comunicación (emisor – medio – receptor) donde el hombre se comunica con la técnica, la metáfora organicista, según la cual los aparatos comunicacionales son el ambiente natural del hombre pues “estamos sujetos a la visión del mundo que ellos inducen”, en este contexto, los mensajes del hombre están determinados por el imperativo tecnológico y una tercera metáfora de la que se hablará más adelante.
[13] Saussure, Ferdinand de; Curso de Lingüística General; Alianza; Madrid; 1993.
[14] Sontag, Susan; Contra la interpretación; Alfaguara; Madrid; 2002.
[15] Blow up; Inglaterra; 1966.
[16] Bin-jip; Corea del sur ; 2004.
[17] Masculin, féminin: 15 faits précis; Francia; 1966.
[18] Dogville; Dinamarca; 2003.
[19] Manderlay; Dinamarca ; 2005.
[20] Le mépris; Francia; 1963.
[21] Godard era muy afín a repetir ciertas fórmulas, en Una mujer es una mujer (Une femme est une femme; Francia; 1961), cuando hay música en el lugar en que están los protagonistas se detiene cuando estos hablan, eso lo repite en El desprecio. Además, en algunos casos, pequeñas historias que cuentan sus protagonistas se convierten luego en el argumento de películas enteras.
[22] Made in U.S.A.; Francia; 1966.
[23] A bout de soufflé; Francia; 1959.
[24] Alphaville; Francia, Italia; 1965.
[25] 2 ou 3 choses que je sais d'elle ; Francia ; 1967.
[26] Resulta extraño que Godard rodara una de sus películas más profundas (Dos o tres cosas que se de ella) simultáneamente a el rodaje de la que tal vez es la película en la que más se nota la falta de profundidad hermenéutica (Made in USA).
[27] Jameson, Fredric; "El posmodernismo como lógica cultural del Capitalismo tardío” en Ensayos sobre el posmodernismo; Imago Mundi; Buenos Aires; 1991.
[28] Tautismo es una palabra que suena a totalitarismo y que une a tautología con autismo.
[29] Philip K. Dick; Blade Runner; Edhasa; Buenos Aires; 2004.
[30] Blade runner; Estados Unidos; 1982.