jueves, 15 de agosto de 2013

El otoño árabe

  Hasta hace pocos meses vivíamos en el romance digital, además de las posibilidades ya enunciadas a principios de los noventa por el gurú del neoconservadurismo digital Nicholas Negroponte, los occidentales estábamos enamorados de la posibilidad revolucionaria de internet. Uno de los puntos cúlmines de este enamoramiento, es una campaña de vía pública del portal Montevideo comm en el que se enunciaba que "la tecnología lo cambió todo, incluso la forma de hacer la revolución" y debajo se presentaba una lista de cuatro herramientas de revolución. En primer lugar aparecían la Kalashnikov AK-47 y el machete pero tachadas porque ya no se utilizaban más y luego aparecían twitter y facebook como las herramientas revolucionarias de la nueva era.
  A esto habría que sumarle el revuelo causado por el "enredo" realizado por las redes frenteamplistas hace unos meses con la estelar presencia de Manuel Castells.
  Y es que hasta principios de este año la relevancia simbólica de las revueltas árabes[1] parecía haber opacado al menos dos cosas bastante importantes. Primero: que las redes sociales habían sido utilizadas por el gobierno británico para identificar y juzgar a algunos de los jóvenes implicados en las manifestaciones y vandalismo que se dieron en Londres en agosto de 2011. Segundo: que el movimiento de los indignados fracasó rotundamente al no poder incorporar a la agenda política ninguna de sus reivindicaciones y que incluso colaboró en la debacle final del gobierno del PSOE que desembocó en la llegada de Rajoy a la jefatura de gobierno.
  Pero ahora ya no podríamos seguir pensando en las redes del mismo modo, las filtraciones realizadas por Edward Snowden y el fracaso de la democratización egipcia nos mostraron que, por un lado, las redes sociales son usadas con absoluto desparpajo por los gobiernos de los estados centrales (que tienen una obvia e alianza con las grandes compañías de internet) para controlar a sus ciudadanos (hay pocas cosas más democráticas que esa vigilancia, nadie parece quedar afuera) y, por otro, que por más que se haya logrado convocar a un gran número de manifestantes, que propiciaran el derrocamiento de Mobarak de parte del ejército que durante los primeros días de manifestaciones había comandado una salvaje represión, no hubo una verdadera democartización y mucho menos una mejora en las condiciones de vida de los egipcios.
  Sucede que el ejército egipcio es una fuerza muy poderosa y, desde la muerte de Gamal Abdel Nasser, está fuertemente vinculado con las potencias occidentales. Entonces, ante la posibilidad de que una revuelta desemboque en la subversión armada (como en Siria) o en la intervención internacional (como en Libia), el ejército prefiere derrocar a su antiguo aliado bajo la falsa premisa de defensa de la democracia (a la cual ahorcaron durante décadas) e instaurar una democracia liberal tutelada[2].
  A su vez, si luego de las elecciones hay una segunda revuelta porque el gobierno títere "democráticamente elegido" no pudo solucionar los problemas que desembocaron en la primera revuelta, el ejército no duda en derrocar al primer presidente elegido en elecciones en la historia de Egipto para volver a evitar una solución que los quite del medio.

  ¿Esto significa que las revueltas árabes no son legítimas o que no deberían ser tomadas en cuenta? Claro que no significa eso, pero si significa que es necesaria una mirada dialéctica porque de lo contrario quedaríamos en el romanticismo (no en tanto Poe sino en tanto romance irracional) acrítico.


Notas
[1] No hay que olvidar que las revueltas árabes no empezaron en internet sino con la inmolación de un comerciante en Túnez, internet fue el canal de información utilizado por los opositores al régimen, no se puede, por lo tanto, decir que fue distinto al periódico Proletarskaya Pravda en la revolución bolchevique.
[2] Es interesante que los estados occidentales no dudaron en apoyar a un movimiento al que antes calificaban de pro-terrorista.