viernes, 3 de mayo de 2013

La verdad manifestada y la dialéctica electoral

  Ahora resulta que nos sorprende que Tabaré Vázquez (ese imponderable que llevará a la izquierda a su tercer gobierno) esté en contra de la legalización del aborto y que en ese marco participe en una jornada en la Universidad de Montevideo, ese bastión del conservadurismo fascista católico al que llamamos Opus Dei[1].
  La verdad que no entiendo por qué nos sorprende tanto, personalmente, me parece de lo más esperable, incluso me parece bastante coherente. Lo que si me sorprende es la axiomática tendencia de los dirigentes y militantes frenteamplistas a aceptar estos excesos por la derecha de alguien a quien han erguido como el mesías electoral del socialismo burocráticio que ellos encarnan, y más aun me sorprende nuestra incapacidad (de los militantes, pensadores o ciudadanos de izquierda) para reaccionar ante el atropello personalista de una fuerza burocrática, burocratizada y burocratizante por mantenerse en el ejercicio del estado.

El Frente Amplio y el imperativo electoral

  El Frente Amplio, y por extensión la militancia orgánica, ya no entiende una forma de hacer política diferente a la forma burocrática del estado liberal burgués al que llamamos estado de derecho, por eso han restringido su acción política al voto o, en los casos que lo alcancen, al gobierno. Y por eso, por haber encerrado la práctica de la política dentro de los muros de la institucionalidad, bien lejos de las calles donde se daban sus grandes movilizaciones, es que este Frente Amplio ha perdido su gran capacidad aglutinante, es por eso que no encuentra en las masas la defensa de su gobierno que tanto reclama, porque es incapaz de generar una militancia efusiva y vital que convierta a cualquier movilización del Frente en una celebración de la mera posibilidad revolucionaria, o al menos socialista.
  Pero como el Frente ha convertido al triunfo electoral y no al cambio social en el objeto de la política, se encuentra en la dificultad de tener que atraer electores y no en cambiar las ideas circulantes en la sociedad. Por eso aspira a conquistar al centro en vez de convertir al centro en izquierda y con un criterio de campana de Gauss mover el centro a la izquierda para así mover la derecha al centro.
  Y al enfrascarse en la lucha por el centro, por el ciudadano orgánico y despolitizado, el Frente tiene que adaptarse a sus expectativas, y las espectativas de este ciudadano promedio, totalmente domesticado por la cultura del espectáculo y el marketing, son las de comprar un producto o consumir un servicio. Y si este Frente mercancía no atrae a los jóvenes como hace tiempo no es porque no se adapte a las nuevas herramientas de comunicación como facebook o la murga joven, es que el Frente es un producto muy poco atractivo para una masa de consumidores que no están interesados en la tristeza del mensaje frentista, mensaje marcado por la juventud trunca de los dirigentes que vivieron el período del terrorismo de estado.
  Y entonces, el precio que ha pagado el Frente por convertirse lo más rápido posible en gobierno ha sido, a mi entender, demasiado alto, ha hipotecado su capacidad conceptual perdiendo así su capacidad de generar intelectuales orgánicos, se ha convertido en un partido genérico sin una base ideológica fuerte incapaz de ser considerado el motor de un cambio social y por lo tanto, no tan distinto de los partidos históricos.


Tabaré Vázquez y el destino manifiesto

  Y cuando el Frente elije a Vázquez como la imparable locomotora que lo llevará al ansiado tercer gobierno se somete a su voluntad con tal de tenerlo como líder. A tal punto llega la sumisión del Frente a Vázquez que a un año de las elecciones internas, la mayoría de los sectores y dirigentes sigue esperando expectantes la decisión de Vázquez respecto a su candidatura y ni siquiera se vislumbra el asomar de cualquier posible candidato alternativo poniendo en jaque al partido entero en caso de que Vázquez decline de la candidatura, sea porque no ve un panorama favorable o porque no consigue la sumisión del partido.
  Cualquier partido de izquierda en el mundo solicitaría la renuncia de un dirigente que asume como viable la sumisión a George Bush a cambio de su intervención en un posible conflicto con un país vecino, más aun si en ese conflicto el papel de Uruguay es la defensa de los intereses de una compañía transnacional y si el gobierno del país vecino es afín (de alguna manera) con la fuerza política. Pero en el caso de Tabaré Vázquez eso se perdona, porque con Tabaré Vázquez seguro se gana.
  Algo parecido sucede cuando el partido decide (en mi opinión, equivocadamente) que la legalización del aborto es un asunto político y el inefable líder expresa por todos los lados posibles que está radicalmente en contra de esa decisión. Pero, una vez más, el Frente hace la vista gorda y deja a su líder hacer lo que quiera.
  La esrtrategia de Vázquez parece ser la de tensar la cuerda, obligar al partido a aceptar acciones cada vez más independientes, a convertirlo cada vez más en una fuerza personalista que dependa psicológicamente de él y así imponer su voluntad, algo semejante a lo que hizo Felipe González con el PSOE al obligarlo a quitar el marxismo de sus estatutos. De esta forma, Vázquez podrá en el futuro hacer y deshacer a su antojo sin ataduras ideológicas.

Y sin embargo...

  Pero a pesar de lo que haga el Frente, de lo inconsistente ideológicamente de sus sectores principales y dirigentes y de su nula voluntad de cambiar la sociedad desde el gobierno, nosotros, los militantes, pensadores y ciudadanos de izquierda seguimos votándolos, seguimos comiéndonos la pastilla de "el proyecto político del Frente Amplio"[2] que Vázquez opone al de la derecha, y que no es más que el de un capitalismo burocrático y tecnocrático, anquilosado en su torpeza y sin posibilidad de verdadera justicia social sino tan solo un vago goteo sustentado por políticas impositivas ineficientes y que ante cualquier revés electoral serán fácilmente derogables para volver a una desregulación e incluso impulsar una nueva, aun mayor y apoyada en las desregulaciones que el propio Frente ya ha aplicado (participaciones público-privadas, leyes de promoción de inversiones, tercerizaciones, represión sindical, etc.).
  Es que no parece haber alternativa, parecemos condenados a elegir entre la incapacidad frentista o la incapacidad rosada, entre los herederos de la vieja oligarquía o los representantes de la nueva tecno-burocracia a sabiendas que una actitud como la que tomamos en las pasadas municipales de Montevideo[3] pero que en lo nacional podría costar bastante.
  Y tal vez no tengamos más remedio que votar a este panfleto barato, pero estaría bueno pensar si es efectivamente necesario, si no hay otra forma de luchas por el cambio social, si no hay otra manera de pensar el camino al socialismo que la burocratización partidaria, si acaso ya no existe la posibilidad de la Revolución.


Notas
[1] Ver Brecha, 3 de mayo de 2013. Igualmente a mi me preocupa menos su oposición al aborto que su vínculo con el Opus Dei y otras instituciones de derecha. El asunto en cuestión se centra en un libro llamado Veto al aborto: Estudios interdisciplinarios sobre las 15 tesis del presidente Tabaré Vázquez, compilación de artículos de Leslie van Rompaey (ex presidente de la SCJ), Leonardo Costa (abogado y miembro del Partido Colorado), Pedro Montano (profesor de derecho penal de la UdelaR, vinculado al Opus Dei), Nicolás Etcheverry (abogado, decano de la Facultad de Derecho de la UM), Cecilia Hackembruch (médico especializada no en salúd sino en administración, docente de la administración de empresas de la salud en la UM, vinculada al Opus Dei), Santiago Altieri (abogado, docente de la UM), Eduardo Esteva Gallicchio (abogado, ex docente de UdelaR y UCUDAL, uno de quienes presentó los recursos contra el ICIR), Pablo Sandonato (PhD en derecho internacional, docente de la UM, miembro del SNI y miembro de la orden de Malta), Carmen Asiaín (abogada, docente de UM), Marie Lourdes González (médico obstetra especializada en bioética, docente de UdelaR, UCUDAL y CLAEH), Alfredo Solari (médico, ministro de Salud durante parte de las presidencias de Lacalle y la segundo de Sanguinetti, actualmente es senador por Vamos Uruguay-PC), Héctor Lescano (veterinario, ex diputado, ministro de turismo durante la presidencia de Vázquez y el principio de la de Mujica, único ministro que se declaró a favor del veto presidencial al aborto, miembro del PDC-FA), Daniel Radío (médico, diputado por el PI), Lincoln Maiztegui (profesor de historia, periodista explícitamente identificado con la derecha) y Verónica Alonso (licenciada en relaciones internacionales, diputada del PN). Como se verá no hay ningún representante del progresismo (mucho menos de la izquierda) ni de ninguna disciplina social sino solo abogados, algunos médicos y políticos por lo que el enfoque está léjos de ser interdisciplinario, además de ser bastante recalcitrante.
[2] Sobre este proyecto escribí en este artículo.
[3] Digamos que votar en blanco fue muy fácil, ya sabíamos que el Frente ganaba aun con una berengena de candidato.