viernes, 18 de julio de 2008

Los dados de Dios

Hace ya unos cuantos años, Albert Einstein (que algo debería saber) esgrimió una frase para defender a su teoría de la relatividad (de corte claramente determinista) de los ataques de algunos físicos contemporáneos adheridos a la teoría cuántica de Max Planck (claramente indeterminista), la frase que esgrimió fue; “Dios no juega a los dados con el universo.” Esta frase es recordada aún hoy pero las replicas no han corrido con la misma suerte siendo tal vez más virtuosas y verosímiles (gracias Popper). Niels Bohr (que también debería saber algo) contestó: “Einstein, deje de decirle a Dios lo que tiene que hacer con sus dados.” Esta controversia entre deterministas e indeterministas no es para nada menor sino que es tal vez la discusión más importante del siglo que pasó no solo en términos de ciencias físicas sino también en términos de filosofía. Veamos de qué se trata.

Durante miles de años, las sociedades humanas consideraban que el universo estaba librado al antojo de los dioses o supeditado al inviolable destino. Este pensamiento fue norma incluso durante los pocos periodos de espíritu científico o tecnológico que hubo entre la antigüedad y la edad media. Pero la modernidad no solo trajo burgueses protestantes o agnósticos imponiendo sistemas liberales sino también burgueses racionalistas imponiendo el positivismo. El positivismo era una doctrina (supuestamente racional) que impuso la idea del progreso científico como una forma de acercarse cada vez más a la verdad científica, tanto que Pierre Simon Laplace hizo una de las compadreadas más grandes de la historia de la ciencia cuando dijo que si en un instante determinado conociéramos las posiciones y velocidades de todas las partículas en el Universo, podríamos calcular su comportamiento en cualquier otro momento del pasado o del futuro
La compadreada de Laplace era verosímil pues en su tiempo ni las teorías físico-químicas ni los elementos de medición eran tan avanzados como para ver que había procesos que no cumplían con las herramientas de la época y de hecho fue no solo aceptada sino considerada como gran verdad.

No fue sino hasta el principio del siglo XX con la teoría cuántica que esta compadreada empezó a aparecer como tal. Fue entonces que las dos teorías más importantes de la física de la época (cuántica y relatividad) entraron en conflicto por la cuestión de la determinación, discusión que llevó casi todo el siglo y que encontró su punto más interesante justo cuando el problema del relativismo en el pensamiento llegó a las ciencias sociales.

En 1927, poco después de las primeras discusiones, el alemán Werner Heisenberg postuló su principio de incertidumbre según el cual toda medición de las magnitudes de una fracción del universo altera a esta fracción del universo haciendo que la medición sea errónea en sí misma (sin importar las herramientas utilizadas) lo que haría anularía la infalibilidad de la ciencia.
En 1930, el lógico matemático Kart Gödel formuló sus dos teoremas de la incompletitud que básicamente enuncian que en todo sistema matemático consistente[1] lo suficientemente fuerte para definir los números naturales se puede construir una afirmación tal que no se la pueda demostrar ni refutar (primer teorema) y que ningún sistema consistente pude demostrarse a sí mismo (segundo teorema). Estos dos teoremas minaron no solo las pretensiones de la matemática de erigirse como una forma de pensamiento autolegítimada y matriz disciplinaria[2] de las demás ciencias formales sino que sobre todo derrumbaron el modo de pensar analítico (clave del pensamiento racional).
Bastante tiempo después de las controversias primigenias y de los teoremas de Gödel, la física finalmente encontró una teoría que se aproximaba a una teoría general (la teoría de la relatividad y la teoría cuántica trabajaban sobre áreas diferentes), la teoría de cuerdas propuesta inicialmente por Jöel Scherk y John Schwuarz en 1974 modificada en 1984 por la teoría de supercuerdas y luego por la actual teoría-M de Edgard Witten (de 1995). La teoría de cuerdas no solo unifica las cuatro fuerzas fundamentales de la física (fuerza fuerte, fuerza débil, electromagnetismo y gravitación) sino que destrona a las teorías de la relatividad particular y general y acepta la incertidumbre.

Esto es solo un acercamiento al tema pero prometo más y para terminar cito la respuesta que le hizo Stephen Hawking a la frase de Einstein con la que arrancamos: “Dios no sólo juega a los dados con el Universo; sino que a veces los arroja donde no podemos verlos.”


[1] Un sistema matemático (o grupo de axiomas) es consistente si a partir de sus axiomas no puede deducirse simultáneamente una proposición y su negación (p y –p)
[2] Esta es una de las definiciones de paradigma que hace Thomas Kuhn en Kuhn, Thomas; La estructura de las revoluciones científicos; Fondo de Cultura Económica; México D.F.; 2002.

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