El pueblo uruguayo puede ser acusado (a veces con justicia) como desunido y como poco orgulloso de sí mismo, muchas veces eso es verdad, es que los uruguayos no somos ni chauvinistas, ni patrioteros y mucho menos unos fanáticos enfermos como los argentinos[1], pero por suerte para nuestra orientalidad hay dos factores que recientemente nos han unido verdaderamente como el gran pueblo que somos (¿si?), me refiero por supuesto al repudio unánime a la pasta base y a hacer las cosas más grandes del mundo, la una es una adicción que destruye la mente alejando al individuo de la realidad en la que está inmerso y alienándolo en una excitación eufórica sin sentido capaz de llevarlo a hacer las cosas más atroces y la otra es una droga que se hace con los residuos de la fabricación de la cocaína.
La historia es la siguiente:
Resulta que por el otoño del año que culmina (2008), a algún brillante funcionario del Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca (M.G.A.P.) o del Instituto Nacional de Carnes (I.N.A.C.) se le ocurrió justificar su sueldo con la idea de organizar el asado más grande del mundo pues si nosotros somos el país que más come asado del mundo ¿Cómo vamos a permitir que el citado record lo ostenten unos mexicanos que nos compraron la carne a nosotros? Y así fue, un domingo de abril se juntaron en la rural del prado un grupo de bravos patriotas que emulando a los treinta y tres valientes que cruzaron el río Uruguay ciento ochenta y tres años antes se morfaron doce mil kilos de carne. Tras la legitimación por parte de un escribano de el libro Guinness de tan valerosa hazaña, los intrépidos orientales (entre los que se encontraba el ministro Ernesto Agazzi) rompieron en un emocionante “¡¡¡Uruguay noma´!!!"
Pero cual fue mi sorpresa al enterarme la verdad de esta hazaña, no era ni asado, ni fue asado y encima se tomó agua. Es decir, el asado más grande del mundo no fue asado sino pulpa, no fue hecho a las brasas sino al carbón y no se acompaño con sendas cantidades de vino tinto, tras enterarme de esta realidad mi orgulloso espíritu oriental se vio diezmado y no pude sino pensar que hubiera sido mejo que el record se lo quedaran los mexicanos[2].
Pero por suerte en Uruguay siempre hay gente que va pa´delante, gente que frente a la actitud vende patria de los organizadores del record carnívoro, decidieron jugársela y realizar record verdaderamente uruguayos. El primer record bien uruguayo fue la torta frita más grande del mundo (de dos metros de diámetro) y luego vino un colosal arroz con leche que ayudo a bajar la torta frita que la verdad estaba medio gomosa.
Al principio del artículo hablábamos de dos cosas, las cosas grandes y el repudio a la pasta base, he aquí la cuestión:
Resulta que si en algo coinciden la ministra de interior Daisy Tourné (que desde su comprometido facebook le ha declarado la guerra al flagelo de la pasta base mediante la poderosísima arma de las tortas de dulce de leche[3]), las viejas retrógradas que supieron ser votantes de Pacheco y los viejos retrógrados que supieron ser guerrilleros luchando por la revolución del proletariado que culminaría con el capitalismo y que llevaría a nuestro país a ser una sociedad sin clases[4] es justamente en el repudio a la pasta base.
Pero yo no estoy de acuerdo con que en este país que lamentablemente se va convirtiendo en un país de viejos se luche contra una de las actividades que más reúne a nuestros jóvenes orientales, muy por el contrario propongo una medida que contribuirá no solo a que se unan las generaciones sino a romper un nuevo record Guinness, me refiero a la pipa de pasta base más grande del mundo, una pipa con diez, quince mil “chasquis”[5] que juntaría a su alrededor a una cantidad de uruguayos aún mayor que el tan mentado asado más grande del mundo y una cantidad comparable a la que presenció el pasado clásico (que además muchos serán los mismos). Pero además, esta medida trae trabajo para Uruguay ya que para la manufactura de la pipa correspondiente se necesitará a los ex funcionarios de Nibo plast que volverán a trabajar en su vieja fábrica del barrio La Blanqueada.
Luego de proponer esta medida que considero sana y valiosa para nuestro maravilloso país, me despido de ustedes hasta el próximo post.
[1] Es una broma.
[2] Lo cual sería más justo ya que esa “barbacoa” nada tiene que ver con nosotros los uruguayos.
[3] Juro que no es broma.
[4] Me refiero a Eleuterio Fernández Huidobro y el novel candidato a presidente José “llevo diez años sin que se me caiga una idea” Mujica.
[5] Chasqui: unidad mínima de medida y envase de la misma de la pasta base, se llama chasqui debido a su parecido con el “chasqui boom”, un viejo y ruidoso petardo. Una vez más la habilidad retórica del plancha nos deja atónitos (Nota del editor).
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